Entrevista con Yungchia Chen, coreógrafo de Shen Yun
EL CONSAGRADO BAILARíN Y COREóGRAFO DE CHINA Y TAIWáN NOS CUENTA SOBRE SU VIDA Y SU NUEVO HOGAR EN NUEVA YORK CON SHEN YUN.
“Empecemos otra vez desde el principio”, dice mientras la música se apaga en una sala llena de agotados bailarines. Hace tiempo que debería haber terminado la clase. Pero para Yungchia Chen, el trabajo duro y la autodisciplina son parte de su ser. Así fue que logró lo que se propuso en la vida, en cada paso del camino.
El experimentado coreógrafo que ahora crea prolíficamente para los escenarios del mundo fue alguna vez un niño aspirante casi rechazado por una academia de danza. Él nunca flaqueó en medio de las adversidades, fueran grandes o pequeñas. Y fue con Shen Yun que le encontró un mayor significado a su trabajo.
Un espectáculo con una visión
Chen se unió a Shen Yun Performing Arts en 2007 –un año después de que la compañía fuera fundada en Nueva York. Cada temporada, Shen Yun presenta un show completamente nuevo. Esto implica incontables horas de trabajo para los diseñadores, músicos, compositores, bailarines y, por supuesto, los coreógrafos. Chen ha coreografiado decenas de danzas en estilo chino clásico, folklórico y étnico. Su propia historia –que lo llevó de China a Taiwán y luego Estados Unidos– es igual de interesante.
Seguir los sueños
Chen se crio en el sur de China, era el menor de una familia de seis de la minoría étnica Hmong. Toda su familia amaba las artes. Cada vez que se cortaba la luz en la casa, lo cual ocurría a menudo, el clan improvisaba un espectáculo a la luz de las velas para entretenerse. Papá tocaba el erhu de dos cuerdas, sus hermanos cantaban y al pequeño Yungchia –más ágil que el resto– lo alentaban a bailar. Así se encendió una pasión que perduraría toda la vida.
Pero cuando el pequeño de 11 años audicionó para una academia profesional de danza, los jueces lo rechazaron por su tamaño. Aunque un maestro, que notó lo rápidos y precisos que eran sus movimientos, insistió en que se lo aceptara.
Chen nunca olvidó ese casi-rechazo, y juró esforzarse 10 veces más que sus compañeros. Nunca dejaba el estudio –incluso durante las vacaciones y los fines de semana, y practicaba fervientemente para superar los límites de su estatura.
Finalmente, en la graduación, Chen fue el primero de su clase. Al actuar con un grupo de danza provincial, también escaló tenazmente desde ser un suplente invisible a ser una estrella sin igual.
Mientras maduraba hasta ser un consagrado artista, coreógrafo y maestro, su carrera lo llevó a la capital Beijing y luego a Taiwán.
En 2007, la televisora neoyorquina New Tang Dynasty TV anunció su primera Competencia Internacional de Danza Clásica China. Ya cerca de los 40 y recuperándose de una lesión en el talón de Aquiles, Chen decidió participar como una forma de despedirse de los escenarios. Poco sabía que ganar la medalla de oro le daría una increíble nuevo impulso.
‘Sólo puedo decir que tengo mucha, mucha suerte’
Durante la competencia, Chen fue descubierto por Shen Yun y rápidamente se incorporó a la compañía.
“Sentí una fuerza invisible jalándome hacia ellos, un nuevo punto de partida que me llamaba”, cuenta. “Así que toda la familia –mi esposa Siya y nuestros hijos– se mudó de Taiwán a Nueva York”.
La primera vez que Siya Yang vio a su esposo en el escenario de Shen Yun, se sorprendió. “Siempre fue asombrosamente apasionado, pero con Shen Yun emanaba una energía diferente… ya que encontró un significado más profundo en su danza”.
-Yungchia, ¿qué cambió cuando ingresaste a Shen Yun?
YC: Todo. Todo se sentía diferente con Shen Yun. La danza solía ser lo más importante en mi vida. Pero ahora es la fe. Ser parte de Shen Yun ha sido un proceso de elevación para mi cuerpo y mi alma.
Al tratar de revivir la cultura tradicional, tenemos que cumplir con sus valores y pensamiento. Nuestro ‘retorno a lo tradicional’ no puede ser sólo para el show. Los antiguos chinos tenían una gran fe y respeto por lo divino. Como gente moderna, tenemos que cambiar nuestra forma de pensar y purificar nuestras mentes poco a poco.
-¿Es esto algo en lo que siempre creíste?
YC: Me di cuenta de estas cosas cuando entré en Shen Yun. Comencé a practicar la disciplina de auto-cultivación Falun Dafa y a comportarme en base a sus principios de verdad, benevolencia y tolerancia. Ahora pienso y actúo de manera muy diferente que antes. Me importan menos la fama y el dinero y más lo que mi corazón realmente quiere. Cuando ocurre un problema, puedo enfrentarlo positivamente y usarlo para mejorarme.
-¿Cómo afecta esto a tu arte?
YC: Bueno, no soy sólo yo; es lo mismo con los artistas de la compañía en general. Como cultivadores, los artistas de Shen Yun tienen diferentes puntos de partida y distintos conceptos creativos –buscamos fortalecer lo que es bueno y puro, y usamos elementos tradicionales en nuestras coreografías.
Shen Yun es líder mundial en términos de revivir la cultura tradicional. Esa es nuestra misión y la base de todo lo que hacemos. Queremos enviar el mensaje de que los dioses existen, que lo que hacemos tiene su consecuencia –el bien es recompensado y el mal es castigado, y que hay esperanza para el futuro.
-¿Cómo es la vida con Shen Yun?
YC: Salimos de gira por el mundo durante 4-5 meses seguidos, y presentamos más de 100 shows cada temporada. Viajamos por autobús y avión. A veces estamos en la ruta durante dos o tres días, y es bastante agotador. Por otro lado, actuar en todos estos países diferentes realmente abrió mis ojos y amplió mis horizontes.
Hemos estado en importantes teatros, como el Kennedy Center y el Lincoln Center, y también en Asia, Europa, Canadá y Sudamérica. Shen Yun literalmente me permitió bailar en el escenario mundial, y eso es una experiencia invaluable para todo artista.
-¿Qué es lo más gratificante de tu trabajo?
YC: Que estamos mostrándole al mundo la auténtica cultura china y la esencia de nuestros 5.000 años de historia. Por eso estoy tan orgulloso de ser parte de esto. Cuando pienso que la obra de mi vida es ayudar a revivir la cultura tradicional china para las próximas generaciones, no hay nada más gratificante.