Aventuras de trotamundos por diez
Al volar de vuelta a Nueva York al final de cada gira, siempre hay un pequeño dilema: el recuadrito de la declaración de aduana donde hay que poner los países visitados.
Una vez, usé mi letra más pequeña para meter todos los que pude. Mientras, la bailarina sentada a mi lado simplemente escribió “todos los principales países de Europa, excepto España” (esto fue antes de debutar en Barcelona hace tres años).
Una década de Shen Yun
El próximo martes en Suwon, Corea del Sur, la Compañía Mundial de Shen Yun empacará todo por última vez en esta gira. Después de cinco meses y 122 shows, finalmente será momento de regresar a casa. Y Shen Yun 2016, nuestra décima temporada, habrá acabado.
¿Feliz cumpleaños o feliz aniversario? De cualquier modo, es una ocasión importante que inevitablemente me pone reflexiva y nostálgica.
Hace diez años, fuimos presentados ante el mundo, y el mundo se presentó ante nosotros. En nuestra primera gira, cada vez fue nuestra primera vez. ¿Y ahora cuántas primeras veces hemos tenido?
Diez temporadas después, Shen Yun se ha presentado en casi 200 ciudades de cinco continentes. Mi pasaporte (varias veces reemplazado) está lleno de sellos y visas de todas formas y colores después de cruzar incontables fronteras en avión, autobús y barco.
Y al viajar a tantos lugares especiales, definitivamente recorremos mucho más que escenarios.
Aventuras fuera del teatro
Entre show y show, exploramos las ciudades anfitrionas lo más posible. La Torre Eiffel, el Arco Gateway e innumerables museos son algunos de los destinos turísticos más típicos que visitamos. Pero también vivimos aventuras en lugares más excéntricos:
Después de escabullirnos por el cartel “UNFALLGEFAHR: PELIGRO” detrás del Castillo Neuschwanstein en las montañas de Baviera, escalamos durante horas por laderas congeladas para observar el atardecer desde un tambaleante puente colgante que cruzaba un abismo vertiginoso. Para ese entonces, los dedos de mis pies hacía rato que estaban entumecidos. Pero ante semejante vista resplandeciente, me olvidé del miedo a congelarme.
En un santuario en la zona rural de Australia, observamos con júbilo e incredulidad mientras un par de nuestros muchachos rompieron sus récords personales de velocidad. ¿Cómo? No hay tiempo que perder cuando te persiguen algunos emúes que ya habían tenido suficiente. (Moraleja: no persigas a quienes no quieres que te persigan)
En Estambul probamos unos deliciosos bocadillos turcos y çay recién preparado mientras nuestro bote navegaba por el Estrecho de Bósforo. Teníamos a Europa a la izquierda y a Asia a la derecha, y las mezquitas que se alineaban en las orillas alzaban los minaretes hacia el cielo. A bordo conocimos a una muchacha. Ayda es mitad china y mitad turca, y su nombre significa “beneficio” en árabe. Siempre dispuesta y sonriente, fue una valiosa forma de conocer esa exótica tierra de simits de sésamo y chales de pashmina. Una verdadera delicia turca en sí misma.
Compartí mi comida con camioneros escandinavos en un ferry nocturno que cruzaba el Báltico. Compartí risas con luchadores de sumo en la puerta de un 7-Eleven en Tokyo. Sentí la arena en mis pies desde Waikiki a la Gold Coast. Apoyé mis manos sobre los 18.000.000 de mosaicos dorados de Gyllene salen en Estocolmo –y me imaginé a los ganadores del Nobel celebrando allí con estilo.
Trotamundos
Durante la gira, intento aferrarme a mis libros, pero cada día el mundo seguía imponiéndose como mi máximo tutor:
La primera vez que vi pingüinos en su hábitat natural fue –no, todavía no actuamos en la Antártida– en la Isla Phillip, en Australia. Los guías en la reserva nos enseñaron la importancia de proteger a las especies en peligro. También que los flashes de las fotos asustan a los pingüinitos que vuelven a la orilla y los hace vomitar la cena que tanto les costó conseguir.
Una vez, después de nuestros shows en la Ciudad de las Luces, disfrutamos de un crucero a la luz de la luna por el Sena. Nuestro guía local, muy apasionado, nos narró la historia entera de Napoleón. Fue prácticamente un show unipersonal, con momentos muy dramáticos cuando empuñó una banana como todo un espadachín.
En la Piazza della Signoria, estatuas de bronce y mármol montan escenas de la mitología antigua. Perseo mata a Medusa. Hércules conquista a Caco, que vomita fuego. De todos modos pudimos acabar a lengüetadas con unos cremosos conos de gelato florentino, sin que nuestros estómagos se revolviesen por las sangrientas escenas descritas a nuestro alrededor.
Incluso en el autobús que nos lleva de gira, seguíamos absorbiendo conocimientos. Una vez en Europa, nuestros conductores se ofrecieron a enseñarnos la Palabra del Día en su húngaro nativo. Durante tres meses completos, nuestro saludo mañanero fue un sincero “jó reggelt!”
Dar y recibir
¿Alguna vez te pasó de levantarte y olvidarte de dónde estabas? ¿En qué ciudad acabamos de estar? ¿Me repites a dónde vamos ahora? Uh, no vivimos en el sexto piso –ese era el hotel de ayer… Bueno, cuando te la pasas viajando la mitad del año, pasando por tres ciudades por semana, a veces es difícil recordar todo.
Recordando nuestros viajes de los últimos diez años, los recuerdos más preciados que obtuve no fueron trozos con grafitis del Muro de Berlín o medias chilenas de lana de llama. En cambio, fueron las cosas que aprendí, los recuerdos que formé, la gente que conocí y las aventuras que viví –valiosos fragmentos que me han dado una experiencia única en la vida.
Mientras bailamos para llevar la cultura tradicional china a todo el mundo, el mundo ha desplegado su propia belleza y herencia cultural ante nosotros. Hemos visto tantas cosas en este camino recorrido.
Durante un largo viaje por Japón, tuvimos una vista especial. Durante una buena parte del viaje, el Monte Fuji aparecía en la distancia emanando un aura silenciosa de mística gloria oriental. Unas horas más tarde, la ya familiar imagen se convirtió casi en un póster de escuela. Por eso varias veces tuve que recordarme a mí misma: “¡Este es de verdad!”
He tomado cientos de fotos con mi cámara, pero en mi corazón capturé millones de momentos inolvidables. Y no puedo ni imaginarme lo que todavía falta.
Betty Wang
Colaboradora
04 de mayo de 2016